Las nuevas competencias en los entornos actuales
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En el entorno actual ya vislumbramos, cuando no lo vivimos, el cambio hacia modelos organizacionales que hace unos años eran difíciles de concebir.
Estamos pasando de estructuras verticales y jerarquizadas a estructuras matriciales y lideradas. Equipos de trabajo multidisciplinares, con metodologías ágiles que eliminan la burocracia, las decisiones unilaterales y los silos se imponen a equipos micro-controlados, limitados y poco innovadores.
Y esto trae consigo una transformación en todo el ecosistema empresarial, en la propia organización, pero especialmente en el talento y la cultura.
La cultura de las organizaciones se está adaptando a este cambio, no en todas a la misma velocidad. El impulso debe ser promovido desde los niveles superiores para que tenga unas mínimas garantías de éxito.
En muchos casos el talento no está alineado con las necesidades de transformación, no tanto por la falta de conocimiento, sino especialmente por las competencias profesionales y personales.
Cuando nos preguntamos acerca del futuro de las profesiones que actualmente conocemos, pienso que todas, absolutamente todas sufrirán esta transformación. En algunos casos, esta ruptura se ve mucho más claramente, pero ninguna va a quedar atrás. Y al plantearnos esta cuestión, lo que realmente deberíamos estarnos planteando es qué competencias (y no puestos) vamos a requerir.
¿Cuáles son las habilidades y competencias requeridas en las nuevas profesiones?
Cada vez más, las organizaciones miden el talento en relación al potencial, no al conocimiento, la edad, a veces ni siquiera en función de los éxitos pasados. Algunos de los factores indicativos a la hora de evaluar este potencial son la determinación, el compromiso y la consistencia.
En un mundo cambiante, hay una lucha continua para transformar modelos muy cristalizados, con lo cual la determinación y la perseverancia son esenciales.
El compromiso, no únicamente referido a un valor propio sino cómo somos capaces de generar este compromiso.
Y la consistencia, como fuente de confianza y credibilidad. Además, esta consistencia en los entornos a los que nos enfrentamos será fundamental a la hora de ejecutar la visión transformadora que tengamos para nuestra organización.
El día a día no puede impedir la transformación, no puede prevalecer sobre la estrategia. Ya no sirven las excusas indicativas de la gran falta de visión, del tipo: "hay otras prioridades, no hay recursos, el proceso funciona como está,..."
Necesitamos más mentes rompedoras en las organizaciones, más visión estratégica, más alineación entre el talento y el cambio que ya está sucediendo.
Por eso, a estas competencias añadiría como esencial la capacidad de adaptación, innovación y reinvención de uno mismo en organizaciones que van a requerir emprendedores internos que sean capaces de enfrentarse a diferentes retos, situaciones y requerimientos, saliendo constantemente de su zona de confort. Personas que sean capaces de trabajar en equipos multi-disciplinares, líderes que sean capaces de gestionar estos equipos, rompiendo la eterna relación jefe-empleado, y convirtiéndola en una relación de líder, facilitador, colaborador, encajada en estructuras matriciales en las que el jefe controlador ya no tiene cabida, en la que las personas que no sepan adaptarse ya no sobreviven. Como tampoco sobrevivirán aquellos directivos que no tengan visión transformadora y sepan transmitirla, generando el compromiso de los equipos para facilitar esta transformación, quienes no se alineen con una cultura facilitadora, matricial, integradora y comunicativa, quienes quieran mantener silos controlados fuera de esta visión integradora.
Como vemos, mucho por hacer, mucho cambio que gestionar, así que ... empecemos por nosotros mismos.